Siempre tuviste razón.
Nos encontramos alguna vez al borde las leyes morales que nos hacen de contorno. Fuimos pasajeros en el sueño de un ángel pervertido. Fuimos tesoros enterrados. Yo te vi cruzar la pupila de los ojos de mi hermano, y eso ya no es un recuerdo, es un tatuaje, un estigma. Te encontré perdida mientras yo no me encontraba. Logré percibir la fuerza de tu pesadilla, el significado de tu grito. Mi única amiga, la única flor de mi valle. Estábamos más juntos que nunca cuando te oscureciste durante el solsticio, yo soñé con unos brazos que sin querer logré hacer realidad. Las mareas mostraron su renuncia a los barcos en ese instante. Yo venía del viaje y tú sólo me recordabas todas las respuestas. Entonces el reloj comenzó a correr en mi, un corazón decidió que alguna vez mi corazón decidió por ti, pero yo ya no quería respuestas, quería puertas de salida. Y tu me soportaste, Dios te salve, y me viste caer y me viste perder y oíste el rocío que pudría por dentro. Uniste las piezas del rompecabezas, dormiste mi sueño y luego, por un segundo, creíste en mi.
Yo no pude detenerme, y no quise detenerme. Dejé anclarse al más fresco de los vientos, le cerré los ojos a la músico, a la pelícana.
Y aún ahora, cuando quizás tu amor ha emprendido el viaje de regreso, cuando quizás tu alma se ha separado del junco, cuando quizás tu búsqueda empieza por un camino que está cada vez más lejos de mi, o, cuando aún ahora tu valle murmura algunos versos al viento, no puedo dejar de correr frente a ti. Eres lo único que brilla en esta acequia, eres la única palabra inteligente en esta ciudad llena de ojos.
Ojalá que tu ángel tenga paz o asilo
seguro yo me lamentaré mañana de esta cobardía.
Algún día lo dejaré todo y me iré al limbo de tu pie
y será tan tarde.
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